La pasión japonesa: el ‘Momiji’
El otoño es época de caza en muchos rincones del planeta, pero en un lugar en concreto hay un tipo de caza muy diferente. Sus habitantes van a cazar ‘colores’. Ese lugar es Japón y está asociado a un término conocido como momiji.
Cada año, llegado ya el otoño, en Octubre, Japón inicia una preciosa revolución. Como una oleada de acuarelas, de norte a sur, el otoño empieza a cubrir el paisaje, tiñendo las hojas desde el amarillo solar hasta el rojo más intenso, pasando por tonos naranjas que nos recuerdan las crepitantes ascuas de una acabada hoguera.
A esta explosión de color se le denomina Koyo y dura hasta mediados del mes de diciembre. No obstante aunque koyo es su nombre, el término por el que se ha hecho famoso en toda la faz de la tierra es ‘momiji’. Para los nipones, ambos términos significan lo mismo, incluso se escriben con los mismos kanjis (escritura japonesa).
Si la palabra momiji se ha hecho tan conocida es porque hace referencia a la gran estrella japonesa del otoño: el arce japonés. Sus pequeñas hojas con cinco puntas son las que ofrecen el mayor cambio en la naturaleza del país, desde el verde hasta el rojo, pasando por infinitos matices de naranjas y también amarillos.
Sin duda, el otoño es espectacular en todo el planeta y cada lugar ofrece un paisaje de ensueño, eso sí, el otoño japonés es de los más especiales del mundo. Sus colores apenas ofrecen tonos ocres o apagados, salvo en los últimos estadios de la transformación. El otoño en Japón de una auténtica explosión de brillo.
EL MOMIJI-GARI, A LA CAZA DE LOS COLORES
El sólo hecho de salir a cazar el otoño se le llama momiji-gari. Viene del término gari, caza, aunque se utiliza para cualquier actividad relacionada con salir al bosque a disfrutar del entorno natural. Y precisamente, eso es lo que significa momiji-gari: salir a disfrutar de los colores del otoño.
Los nipones son cazadores del otoño con varios siglos de tradición. Nos remontamos al siglo VIII, cuando aparece ya mencionado en la obra poética Manyoshu:
«Akiyama no, momiji o shigemi, madoinuru, imo o motormen, yamamichi shirazumo»
«En la montaña de otoño,
como está tan frondoso el momiji,
has desaparecido.
¡Amor mío, voy a buscarte,
pero no conozco la senda!»
Este poema lo escribió Kakinomoto no Hitomaro, considerado uno de los 36 Poetas Inmortales de la Poesía Japonesa Medieval.
Actualmente, los japoneses contemporáneos se sirven de muchas herramientas para salir a cazar el otoño. La mejor y más valiosa de todas es la Agencia Meteorológica de Japón, que cada año, procura a sus ciudadanos las previsiones del enrojecimiento de las hojas por zonas y por fechas.
El contorno de Japón, aparece dividido en franjas, como si de un isobárico se tratase, con las fechas aproximadas en las que el otoño comenzará a teñir la vegetación. Herramienta más que avanzada, ya que figura el mapa a tiempo real por zonas y ciudades, donde se muestra, a través de diferentes iconos, el tipo de hojas y el estado de enrojecimiento de las mismas.
Por si no fuera suficiente, también se pueden encontrar una serie de tablas por regiones en las que se muestran las distintas ciudades con datos ya más pormenorizados: el tiempo estimado de aparición, la tendencia que va a seguir …
Junto al mapa también se encuentra el calendario de momiji. Este es un calendario que se puede desglosar por regiones y que muestra de una manera muy específica cuándo llegará el fenómeno a esa zona en concreto.
Ya lo dijo una vez Benedetti:
Aprovechemos el otoño
antes de que el invierno nos escombre
entremos a codazos en la franja del sol
y admiremos a los pájaros que emigran […].
[…] aprovechemos el otoño
antes de que el futuro se congele
y no haya sitio para la belleza
porque el futuro se nos vuelve escarcha.
Y es que el poeta uruguayo sabía lo mismo que Vivaldi y los japoneses: el otoño es el momento en el que la vida se viste de fiesta.
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